jueves, 28 de abril de 2016

La cumparsita - Julio Sosa



Pido permiso señores 
que este tango... este tango habla por mi 
y mi voz entre sus sones dira 
dira por qué canto asi 
porque cuando pibe 
porque cuando pibe me acunaba en tango la canción materna 
pa' llamar el sueño 
y escuche el rezongo de los bandoneones 
bajo el emparrado de mi patio viejo 
porque vi el desfile de las inclemencias 
con mis pobres ojos llorosos y abiertos 
y en la triste pieza de mis bueos viejos 
canto la pobreza su canción de invierno 
y yo me hice en tangos 
me fui modelando en barro, en miseria 
en las amarguras que da la pobreza 
en llantos de madre 
en la rebeldia del que es fuerte y tiene que cruzar los brazos 
cuando el hambre viene 
y yo me hice en tangos porque...!porque el tango es macho! 
!porque el tango es fuerte! 
tiene olor a vida 
tiene gusto... a muerte 
porque quise mucho, y porque me engañaron 
y pase la vida masticando sueños 
porque soy un arbol que nunca dio frutos 
porque soy un perro que no tiene dueño 
porque tengo odios que nunca los digo 
porque cuando quiero, porque cuando quiero me desangro en besos 
porque quise mucho, y no me han querido 
por eso, canto, tan triste... 
!por eso!

Accesorios para someter a la nostalgía


  • Benedetti. 
  • Sabina y Tango.
  • Ciudad.
  • Café.
  • Cigarrillos. 
  • Papel y pluma. 
  • Lluvia.

martes, 5 de abril de 2016

Carta de Bukowski a John

“12 de agosto, 1986
Hola John:


Gracias por la carta. En ocasiones no duele recordar de dónde venimos. Tú conoces los lugares de donde yo vengo. Incluso las personas que tratan de escribir de ello, o hacer películas, no lo entienden.
Le llaman “De 9 a 5”. Nunca es de 9 a 5, no existe un descanso par comer, y de hecho, en algunos lugares no debes comer si quieres mantener tu trabajo. Luego existen las horas extras, las cuales nunca se registran correctamente en los libros, y si te quejas de eso, encontrarán a otro idiota que te reemplazará.

Tú conoces mi viejo dicho: “La esclavitud nunca fue abolida, sólo se extendió para incluir a todas las razas”.

Lo que duele es la pérdida de humanidad en aquellos que pelean por mantener trabajos que no quieren, pero que temen ante una alternativa peor. La gente simplemente se vacía. Son cuerpos con mentes obedientes y temerosas. El color se les va de los ojos. Su voz se hace fea. Y el cuerpo. El cabello. Las uñas. Los zapatos. Todo.

Cuando era joven no creía que existieran personas que dieran su vida por esas condiciones. Ahora que soy viejo, sigo sin creerlo. ¿Por qué lo hacen? ¿Sexo? ¿La televisión? ¿Un automóvil en pagos mensuales? ¿O los hijos? Hijos que sólo harán lo mismo que ellos hacen.

Antes, cuando era muy joven y saltaba de trabajo en trabajo, era lo suficientemente ingenuo como para decirles a mis compañeros: “Oye, el jefe puede venir en cualquier momento y corrernos, así de simple, ¿no te das cuenta?”

Sólo me miraban. Yo les decía cosas que ellos no querían dejar entrar en sus mentes.

Ahora, en la industria, hay muchos despidos. Los despidos se cuentan por cientos de miles y sus rostros siempre son de sorpresa:
“Estuve aquí por 35 años…”
“No es justo”
“No sé qué hacer…”

A los esclavos nunca se les paga tanto como para que se liberen, sino apenas lo necesario para que sobrevivan y vuelvan al trabajo. Yo lo veía, ¿por qué ellos no? Me di cuenta de que la banca del parque era igual de buena, que ser cantinero era igual de bueno. ¿Por qué no estar primero aquí antes de que me pusieran allá? ¿Por qué esperar?

Escribí con asco en contra de todo. Fue un gran alivio sacar de mi sistema toda esa mierda. Y ahora estoy aquí, como un “escritor profesional”, y después de los primeros 50 años, he descubierto que hay otros disgustos más allá del sistema.

Recuerdo una vez, cuando trabaja como empacador en una compañía de artículos de iluminación, que un compañero dijo de pronto: ¡Nunca seré libre”

Uno de los jefes caminaba por ahí, su nombre era Morrie, y soltó una gran carcajada, disfrutaba el hecho de que el tipo estuviera atrapado de por vida.

Así que la suerte de salir finalmente de esos lugares, sin importar cuánto tiempo me tomó, me ha dado una especie de felicidad, la felicidad del milagro. Escribo ahora con una mente vieja y con un cuerpo viejo, mucho tiempo después del que la mayoría de hombres pensaría en continuar con esto, pero dado que empecé tan tarde, me debo a mí mismo ser persistente. Y cuando las palabras comiencen a fallar y tenga que recibir ayuda para subir las escaleras y no pueda distinguir un azulejo de una grapa, todavía sentiré que algo dentro de mí recordará, sin importar qué tan lejos me haya ido, cómo llegué en medio del asesinato, la confusión y la pena, hacia, al menos, una muerte generosa.

No haber desperdiciado por completo mi vida, parece ser un logro, al menos para mí.

Tu muchacho
Hank”.


“Tenía dos opciones, quedarme en la oficina de correos y volverme loco… o salir y jugar a ser escritor y morirme de hambre. Decidí morir de hambre”.

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